Pienso
en es intervención -sin eufemismos- de la que todos hablan,
escriben, opinan y un sinfín de verbos relacionados.

En
estos momentos, parece que la crisis ha frenado un poco las dichosas
intervenciones, con lo que los territorios en desgracia no padecen
más que por la propia y son pobres -por el daño propio- pero no
triplemente pobres : por el daño propio, por el colateral y por el
de la deuda que con los del colateral, acaba creándose.
Volviendo
a la intervención monetaria, y partiendo de la base de que no es un
préstamo. ¿Qué tributos tendremos que pagar? ¿Quienes serán los
encargados?
Señor@s,
no estoy hablando de dinero, ni de los tristes pagadores -que siempre
resultan ser los mismos- ¿será que por fin aunque a golpe de
fuerzas extranjeras vendrá alguien a poner orden?
¿Dejaremos
de ser por fin este país conocido por la siesta y las castañuelas y
la permisividad? ¿Conseguiremos que se nos tome en serio?
Si
el precio del dinero es un barrido de todos esos tópicos y
realidades que tanto daño nos hace, bienvenido sea, aunque tenga que
venir el Mr. Marshall de turno. No podemos seguir siendo el
hazmereir del mundo, con esos políticos elegidos por el pueblo que
no velan más que por ellos mismos, con esa casa de muñecas que ya
no se molesta en disimular que su sangre es tan roja como la del
resto, con ese miedo de reivindicación que nos está haciendo perder
no solo aquello que hemos ganado en estos últimos años, sino
también nuestra cultura y nuestras tradiciones que se van esfumando
mientras proliferan otras ajenas, que ya nosotros habíamos
erradicado hace siglos, Mientras aguantamos cobardemente –
tolerantemente, diríamos ahora- , portándonos como ricos, cuando no
es así, a todos los niveles, y todo a costa de nuestro estatus y
siendo la culpa, únicamente, de nosotros mismos.
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