Con
un decreto que niega un derecho natural, me siento retada a un
pulso que en la primera de las opciones –la judicial- que se
ganaría ya que negar el derecho de asistencia a una jornada
formativa a una persona que lo hace pagando con su dinero y fuera de
su horario de trabajo es inconstitucional.
Después
de atentar directamente con la libertad de una persona, creo que se
está cometiendo un acto delictivo, razón por la cual, no están en
capacidad de desarrollar cargo público, tanto dentro dentro de la
casta política como en el de funcionariado de alto rango, deben ser
ellos en primer lugar estandartes ejemplo del cumplimiento de las
leyes vigentes y exposición del sentido común.
Por
otro lado, observando los niveles de formación totalmente básicos,
se comprueba que no es solamente la osadía lo que impulsa esas
acciones, no quiero ser presuntuosa pero es obvio que o no
leen o no saben leer. Y eso lo dejo ahí…
Sobre
la presunción sería bueno decir que nadie sabe todo de todo el
mundo y nadie tiene porque dar más información que la necesaria y
nadie debe afirmar sin conocer. Los despachos públicos no pueden
utilizarse como clubs sociales donde los ocupantes de turno deciden
de manera arbitraria sobre los derechos y deberes de los individuos.
La
administración pública debe fomentar y favorecer las mejoras de la
sociedad como ente público y de sus trabajadores como centro
de trabajo, y respetar y fomentar el derecho a la formación,
realmente debe ser una obligación estimular a su personal a
mejorar su formación, porque con una mejor formación todos salimos
ganando.
Pero
bueno, ¿qué podemos esperar de un sector que no es nada escrupuloso
en la elección de políticos permitiendo que cualquiera pueda
ejercer cargos sin un mínimo de requisitos para tal tarea? Que
pareciera que les molesta que todos aquellos cuya vocación de
servicio a la comunidad va más allá de una black o un traje (por
decir algo), tengan inquietudes y deseen mejorar. Parecen no querer
aceptar a aquellos que al fin y al cabo no son más que sus guerreros
pagaderos, aquellos que solamente son visibles para personalizar
errores, cuando ellos, los de turno, son la auténtica hemorroide del
sistema, aquella por donde la sangre fluye descontrolada, provocando
dolor y dejando sin fuerza a todos los que intentan contribuir con su
labor a una sociedad más llevadera.