miércoles, 25 de febrero de 2015

CASTA VS CASTA

Con un decreto que  niega un derecho natural, me siento retada a un pulso que en la primera de las opciones –la judicial- que se ganaría ya que negar el derecho de asistencia a una jornada formativa a una persona que lo hace pagando con su dinero y fuera de su horario de trabajo es inconstitucional.

Después de atentar directamente con la libertad de una persona, creo que se está cometiendo un acto delictivo, razón por la cual, no están en capacidad de desarrollar cargo público, tanto dentro dentro de la casta política como en el de funcionariado de alto rango, deben ser ellos en primer lugar estandartes ejemplo del cumplimiento de las leyes vigentes y exposición del sentido común.

Por otro lado, observando los niveles de formación totalmente básicos, se comprueba que no es solamente la osadía lo que impulsa esas acciones, no  quiero ser presuntuosa pero es obvio que o no leen  o no saben leer.  Y eso lo dejo ahí…
Sobre la presunción sería bueno decir que nadie sabe todo de todo el mundo y nadie tiene porque dar más información que la necesaria y nadie debe afirmar sin conocer. Los despachos públicos no pueden utilizarse como clubs sociales donde los ocupantes de turno deciden de manera arbitraria sobre los derechos y deberes de los individuos.

La administración pública debe fomentar y favorecer las mejoras de la sociedad como ente público  y de sus trabajadores como centro de trabajo, y respetar y fomentar el derecho a la formación, realmente debe ser una obligación  estimular a su personal a mejorar su formación, porque con una mejor formación todos salimos ganando.

Pero bueno, ¿qué podemos esperar de un sector que no es nada escrupuloso en la elección de políticos permitiendo que cualquiera pueda ejercer cargos sin un mínimo de requisitos para tal tarea?  Que pareciera que les molesta que todos aquellos cuya vocación de servicio a la comunidad va más allá de una black o un traje (por decir algo), tengan inquietudes y deseen mejorar. Parecen no querer aceptar a aquellos que al fin y al cabo no son más que sus guerreros pagaderos, aquellos que solamente son visibles para personalizar errores, cuando ellos, los de turno, son la auténtica hemorroide del sistema, aquella por donde la sangre fluye descontrolada, provocando dolor y dejando sin fuerza a todos los que intentan contribuir con su labor a una sociedad más llevadera.