Parece
que por fin hay algo de movimiento en nuestro panorama gubernamental,
aunque parece ser que no son ellos -los que gobiernan- y a los que de
momento no se les ve un ápice de voluntad en la realización de
algún movimiento que por fin los honre.
Son
lo jueces los que PARECE, y lo digo así, porque no me fío de ellos,
-ni de nadie- sobretodo después de los episodios de caciquismo
legislativo con el que últimamente nos tienen deleitados (ya saben,
de todo lo que se habla y también de aquello de lo que, como
antiguamente, nos han prohibido hablar).
Yo
no sé si alguno allá por las europas, habrá dado algún tirón de
orejas a algún miembro de nuestra selecta representación, pero ha
coincidido su última expedición con el revés conductual de algunos
de sus lacayos allá por por los tribunales.
Han
empezado con el casi guapo, ese que peina mechones y que cambia de
carpeta a menudo. Los de la excursión por las europas y aquellos
que se han quedado en Idilicolandia cuidando de lo que aquí queda
para que no se les adelante nadie, han ido a la farmacia a buscar
salvacolinas, aunque el bien peinao ya ha dejado bien claro que nada
deben temer si a él nada el ocurre. En lugar de un seguro de vida,
como cualquier ciudadano de bien que se precie, ha sembrado de sobres
con pruebas bufetes de abogados multicolores (que no sé si son gais
no no, y lo digo porque hoy también ha sido noticia el colectivo,
aunque no por delinquir, sino por el comienzo de unas jornadas
reivindicativas, que por cierto, aprovecho para decir, no deberían
ser necesarias, ya que las únicas diferencias que deberían existir
entre las personas, deberían ser poco más que honrados y
facinerosos.
Cambiando
pero si perder el rumbo, hemos podido conocer una dimisión, que no
es precisamente la que más esperaba, pero bueno, a modo de ejemplo,
para que cunda y se convierta en moda de dimensiones multitudinarias,
y me vale... de momento. No puedo omitir que me parece un poco
forzada pero bueno, con una poca de suerte, lo mismo nos llega algún
que otro tirón de orejas, o quizás, esos de los que no se puede
hablar, no consiguen habituarse a este sistema cada día más hostil
para ellos que los obliga a confinarse en sus madrizgueras y a vivir
cada día más aislados. Puede se que unas dosis de tranquilizante
al uso dejen de ser suficiente para ayudarles a evitar esa realidad a
la cual se resisten y acaben abandonando el barco por segunda vez,
con un par, como yo, pero con más difusión.