lunes, 15 de abril de 2013

ALZHEIMER SOCIAL O MEMORIA HISTÓRICA


Como bien se comenta en cualquier tertulia que se precie, si hay algo que a día de hoy de lo que todavía puede presumir el burgo, es sin duda el acceso a la información.
Es por ello que pese a la gravedad de todo lo que acontece en el mundo en general y en nuestro pequeño marco en particular, no se acaba de entender la discreta posición que mantiene.
No es necesario remitirse a ningún hecho específico porque de la misma forma que todos en nuestra vida cotidiana, un mismo elemento lo vemos con diferentes características, ocurre igual en el resto.
La atención de hoy ha recaído sin duda sobre la supuesta veracidad de los logros sociales –y cuando digo sociales quiero englobar con ello todo lo perteneciente o relativo a la humanidad.
Es bonito, resulta incluso elegante, hablar de conceptos como “redistribución de la riqueza” y entenderlo de manera tan dispar. Es evidente que cuando se habla de ello no se puede entender que hay repartir, que es lo que parece algunos entienden y otros, de manera supuestamente, ¿malintencionada?, ¿errónea?, ¿inadecuada? (Siento no ser alguien ilustrado en eso que denominan “lenguaje políticamente correcto”) quieren hacer ver al resto.
Cuando se habla de redistribución debería hablarse de igualdad contributiva y tributaria, siempre de manera proporcional al patrimonio o a la productividad. Eso no ahuyenta a nadie. Ese tipo de transparencia genera en primer lugar, seguridad para todos.
Cabría pensar remitiéndonos a todas las noticias que los logros alcanzados durante el último siglo han caído en saco roto, o no son más que un espejismo que algunos creyeron ver.
En última instancia todo lo que pasa por mi cabeza es negativo: Por un lado veo un Alzheimer social generalizado, que parece haber olvidado todo lo negativo que una revolución llevada al límite puede ocasionar, y de otra parte, más negativa todavía, y siguiendo esa tónica novelística que mis reflexiones acusan, me da que pensar que en realidad el mundo no es más que la puesta en práctica de un texto de Fleming.
Los llamados a ejercer como padres del mundo están obrando como si fueran a ser eternos, sin tener en cuenta que aquellos que no gastarán en cien vidas que tuvieran y que de cierto nunca tendrán, podría evitar que la vida de otros llegara a término, cuanto menos, estructural: no estoy diciendo en ningún momento que nadie regale nada a nadie, pero si que generen para ellos y para los que no han sido tan afortunados. Dormirán más tranquilos y podrán evitar el trabajo de lavar su dinero y su conciencia utilizando la oenegé de turno.
No quiero dejar de recordar esa frase lapidaria que acunó todas las grandes revoluciones: No hay nadie más peligroso que aquel que no tiene nada que perder...

viernes, 12 de abril de 2013

EL PARAÍSO PERDIDO


¿Cómo puede haber personas que se atrevan a cuestionar el decreto de un gobierno, junta o como quiera llamársela -en todo caso un órgano de poder refrendado por la ciudadanía y argumentar que la medida ahuyentará a posibles inversores en la zona -”con la falta que hacen”?
Esto ya no es ni tan siquiera calificable como doble moral, esto es una agresión directa a la capacidad de raciocinio de la ciudadanía.
¿Qué autoridad de ningún tipo y sobre todo para juzgar medidas generadas por otros, tienen aquellos que se dedican a invertir en paraísos fiscales bien lejos del país al que exprimen y con un hasta ahora buen recaudo'
¿Es que justamente la falta de inversiones en Andalucía es ahora noticia?
Estamos hablando de una zona rica en recursos y desaprovechada en todos aquellos aspectos que representarían un auténtico desarrollo para sus habitantes. Basta remitirse a la historia más reciente y leer cualquier documento donde se incluyan datos sobre movimientos migratorios.
El problema no es de ahora.
El problema ha existido desde hace muchos años y han sido pocos los foráneos con recursos aquellos que han decidido invertir en su tierra más allá de su recreo personal. Con tal conducta, ¿Quien o quienes son los que ahuyentan las inversiones? La pregunta no sería mejor ¿Porqué nunca se ha invertido a la altura de esas grandes fortunas y en relación a los recursos explotables y aprovechables?

miércoles, 3 de abril de 2013

ME LLENA DE ORGULLO Y SATISFACCIÓN...


Me llena de orgullo y satisfacción. No, ¡no!
Ni me llena de orgullo ni de satisfacción ver como esos pequeños detalles, esos que cuestan mucho mantener y que carecen de utilidad pero que, llegado el caso, a modo de un buen fondo de armario, visten mucho, pierden su brillo y esplendor, como si de ajadas quincallas de rastro se tratase, lo mejor, no cabe duda, es deshacerse de ellas, cuanto antes mejor -no hay que darles nunca la oportunidad de que empiecen a oxidar y acaben por perder todo el esplendor de antaño.
No hace falta ser tan cruel con joyas tan preciadas, tanto que por ellas y por lo que ellas representan, después de todo, a parte de vivir bajo nuestra protección y cuidado, de habernos quitado el pan de la boca o habernos reverenciado en su presencia durante años, siempre han sido nuestro mejor abalorio, nuestras joyas fetiche, esas a las que más que respetarse se les teme -aunque en silencio, en la intimidad, como cuando Josemari hablaba catalán en la intimidad -como si aquello de hablar catalán en la intimidad fuese lo común en un señor natural y vecino de la villa fuese hacerlo-.
Creo que somos una sociedad muy sufrida y algo desvalida y que toda ese alardeo de grandeza intrínseco en nuestra conducta no es más que la respuesta utilizada a modo de mecanismo de defensa. Somos una sociedad enferma, y no es de ahora, sino de hace muchísimos años atrás. Damos el perfil de aquel hijo que no es capaz de romper el cordón umbilical que le une a una madre, que aprovechando su estatus y la confianza natural que debe transferir, se encarga de manipular y exprimir al hijo más amado.
Y ahí la tenemos, unida a nosotros, aún conociendo sus crímenes más sangrientos -cosa que nos convierte en cómplices y cooresponsables del delito- seguimos apoyando, aunque sea, como antes he dicho, por puro miedo.
Somos de tal naturaleza, de desprendido tal, que ni tan siguiera nos planteamos, de momento, dejar la nostalgia a un lado, deshacernos de esos idílicos aires de grandeza que nunca tuvimos y que a modo de madraza inculcó en nuestros adentros.
Dejemos de una puta vez atrás el miedo, hagamos que se cumpla la voluntad de la razón, la que rige a los auténticos pueblos. Que la pague quien la hace, sea cualquiera su origen o credo, con una misma ley para todos, los que viven y los que mantienen el sistema, ese mismo que nos adorna con un collar de perlas que no son otra cosa que el disfraz de la joya que nos ahoga.
A mi eso, si que me llena de orgullo y satisfacción.