lunes, 15 de diciembre de 2014

LEGALIDAD O LEGITIMIDAD, HE AHÍ EL DILEMA

La legalidad, como los gobiernos, es transitoria y aunque a algunos les cueste aceptarlo, no deja de ser más que una moda de moralidades, por así decirlo.
Quizá si formásemos parte de una sociedad donde quienes nos dirigen fuesen, como ocurre en algunas culturas, los más sabios o los más viejos de lugar, podríamos permitir este tipo de uniones, pero cuando del tipo de gobierno del que estamos hablando es elegido por los propios ciudadanos y en sus reglas de juego no existen requisitos excluyentes para nadie, es bastante fácil que a la primera línea de mando lleguen individuos de todo tipo para regir los destinos de un pueblo.
Es difícil entender como con una base tan precaria se puede pretender que los destinos de una sociedad lleguen a buen puerto.
La legitimidad comparte gran parte de su significado con la legalidad pero llegado un punto, nos damos cuenta que se trata de una realidad mucho más amplia, ya que refleja lo que es realmente justo. Dicho esto no es necesario decir que no siempre lo justo es lo legal. La legitimidad tiene un matiz ético y es por ello que no se debe permitir su alteración por cualquier chiquiliatre de turno -con todo respeto al chiqui-
En estos últimos tiempos los gobernantes, a modo de líderes religiosos están combinando términos de cariz totalmente diferente, a capricho no solamente de la palestra de turno, sino de de todos aquellos que pagan para mover los hilos del guiñol político que entretiene al pueblo mientras éste, va perdiendo fuerza. La vuelta al pasado empezó y de momento nadie se molesta en pararla, los más jóvenes o no se dan cuenta o se lo toman a risa; los mayores han visto ya de todo y no se espantan, en cierto modo les da igual lo que acabe pasando. No es que sean egoístas, pero llegado a un punto, el sistema los relega a un plano en el que la mejor opción es la discreción.
Estamos retrocediendo, muchos de nosotros sin darnos cuenta, al oscurantismo del medievo, la instauración del vasallaje es un hecho: los poderes fácticos se muestran ya sin pudor, y nos recuerdan de nuevo aquello de “Tanto tienes, tanto vales”, “Ver, oír y callar” y otras tantas formas de decirnos que “Aquí mando yo y se hace lo que yodigo”.
Siguiendo la frase hecha, y tomándola como referente legítimo de la sabiduría popular, a todo mi pesar tengo que reconocer que aquello de “La ley del más fuerte”, en estos momentos, es legítimo y legal.

Y bueno, puesto en faena, a estas alturas no queda más que encomendarse a los más poderosos, me despido con un “¡Que Diosreparta suerte