Mi
intención era dar un repaso a la dimisión del Papa, pero debido a
un importante alud de sugerencias, dejaremos el tema papal para la
homilía dominical de la mareflower.
Aveces
hay que bajar de esa nube que impone la autoría y atender a quien
nos habla. Costumbre sana, esa de escuchar y rectificar. No pueden
imaginarse cuanto. ¡Qué pena que estos politiquillos de tres al
cuarto que nos gobiernan no se apliquen este cuento! Ellos que se
jactan de continuo de ser los representantes de la gente de bien, de
las personas como Dios manda -dicho esto aclaro que, seguramente,
esas personas a las que representan son gente honesta, porque claro
está y a la muestra ellos mismos, que ser el representante “de”,
no implica ser ejemplo de tal o cual particularidad.
La
satisfacción del trabajo bien hecho no tiene precio. Pero claro, sus
precios -esos que últimamente están saltando a los medios- son lo
suficientemente tentadores como para suplir luna serie de valores
como son la honestidad o la credibilidad y traerles completamente al
pairo vivir en pecado mortal -total, si existe riesgo para alguno de
los suyos, basta modificar una ley hasta ajustarla como un traje
hecho a medida -y no miro nadie- para que luzca sin mácula,
impoluto.
Hoy
no voy sermonear nuestras faltas, esas que nos califican de sociedad
pasiva o país de vagos, entre otras cosas. Hoy me gustaría alertar
sobre esa toma de conciencia que embarga a la gran mayoría.
Y
es algo contradictorio, es difícil de explicar como una sociedad
como la nuestra, en la que es reconocida por todos su solidaridad
-que en algunas ocasiones algún degüello de turno confunde con
fanfarronería o derroche- y donde de alguna manera la gran mayoría
estamos viendo o viviendo muy de cerca las tragedias personales que
no son más que el resultado de la manipulación perversa a la cual
hemos sido sometidos durante los últimos años -y aclaro que cuando
digo últimos años, podría acabar hasta los mismos inicios de la
era demócrata, porque aquello que nos contaban en los noventa de que
todo iba bien, no fue la primera mentira. ¿Que porqué? Porque este
sistema en el que estamos incluidos es una mentira en si mismo. No
se puede instaurar un modelo de sociedad como la que supuestamente es
la nuestra bajo unos cimientos formados por una ciénaga enlodada y
pestilente. Construir una nación no se puede nunca hacer en los
términos que se hizo aquí. A partir de ahí, no podemos pretender
que algo funcione, sea real, salga bien.
Con
estos antecedentes, es lógico que desde el exterior seamos vistos
como esa república -ya quisiéramos- bananera del sur o del norte,
eso por supuesto, es muy relativo.
Me
voy a centrar por un momento, en esa tragedia que he nombrado unas
líneas arriba, fruto de esa situación de alerta en que nos
encontramos. El problema no es una burbuja, no es el dinero, no es
el trabajo -aunque algunos posiblemente lo vean así-
El
problema es mucho más grave, estoy hablando de coyunturalidad, de
todo en general.
Esas
burbujas a las que ahora culpan de todo, no son más que golosinas
gratuitas que se ofrecían en su día para distraer las maniobras que
en estos años se han ido gestando, hemos ido entrando en una cueva
idílica donde nadie era consciente de que no dejaba de ser un
agujero sin salida, un pozo ciego lleno de auténtica mierda. Fea
palabra, pero no quiero andar con eufemismos, que de eso ya estamos
vacunados.
Una
de los mayores engaños ha sido, no cabe duda, el formado por el
triángulo Banco – Hipoteca – Desahucio. Sin duda, el más
sangrante. Nadie entiende como un gobierno instaurado por el pueblo,
inyecta dinero público a la banca que ya cobró y colocó en
paraísos al uso, dejando a aquellos que le dieron el poder, en la
total ignominia, llegando a pagar con su vida la vergüenza generada
ante unos pecados que no son ni por asomo, los verdaderos culpables.
Y
esos que nos gobiernan, duermen a pierna suelta, con sus conciencias
convencidas de que todo lo hacen por el bien de la patria y de los
patriotas, con la bolsa a reventar y a buen recaudo, premiando a los
verdugos que debieron ser los ajusticiados y disfrutando a modo de
césares romanos, del espeluznante espectáculo del circo romano con
cristianos destrozados, convertidos en vianda de leones famélicos.
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POLVO ERES Y EN POLVO TE CONVERTIRAS |