No
es la primera vez que comento alguna cosa sobre el repetido tema de
los recortes.
Hoy
me gustaría abrir un frente en el ámbito de la sanidad pública,
diferenciando desde un principio, la manera de afrontar los momentos
actuales.
Por
un lado tenemos profesionales que siguen desempeñando su labor con
profesionalidad y con la especial sensibilidad que esta parte del
servicio público requiere. No olvidan en ningún momento que su
material de trabajo son los seres humanos, con el agravante de que
además, son enfermos, por lo que, a falta de más profesionales que
puedan mejorar básicamente los tiempos de espera, se esmeran en el
trato para recompensar las carencias, dando a veces, tanto o más
resultado que los medios puramente económicos.
Por
otro lado, están esos profesionales que recibieron un título de
conocimientos, con el agravante en muchos casos, que pareciera lo
ganaron en una tómbola.
No
ponen en práctica criterios de sensibilidad de ningún tipo – que
si bien es verdad no cobran por ello- perjudican con su actitud la
salud de sus pacientes, ya que además de la enfermedad física que
padecen, acaban siendo tratados de alguna enfermedad psíquica.
Esto
supone un doble tratamiento tanto en profesionales como en
medicación, supone también, un empeoramiento de la calidad de vida
de los pacientes, lo que a posteriori, incrementa el gasto sanitario.
Hay
casos que pueden solucionarse simplemente escuchando al paciente, con
una consulta, una prueba diagnóstica adecuada y una solución rápida
y sin complicaciones.
No
me explico como ha llegado tanto incompetente a ocupar esas plazas.
Bueno,
si que lo sé. Conozco un par de casos de primerísima mano y de
diferente ámbito que pueden ilustrar estas líneas: Una plaza
concedida a dedo a la hija de uno de los políticos de turno y un par
de ellas concedidas a impresentables con titulación -sin determinar-
que se encontraban en el lugar indicado en el momento justo.
Al
no tener ni idea de las cosas, operan enviándote al especialista de
turno, el enfermo se siente contento y el se evita meter la pata:
otras veces decide que no puedes tomar nada de lo que tomas
normalmente porque...-palabras textuales- te vuelves tonto y te
recomienda tomar, aunque tengas el estómago para el desguace, que
tomes mucho ibuprofeno, aunque en tu historial exista un farolillo
que diga que bajo ningún concepto tomes dicha sustancia -debe ser
que no lee bien, o quizás se dejó los anteojos en casa.
A
veces, no todo es dinero...