En
estos meses he llegado a cogerle mucho cariño a la prima, la he
visto crecer, bueno, realmente no crecía, sino que engordaba, y lo
hacía, de manera insalubre, atrayendo un lastre de olor putrefacto
que impedía su movilidad. Nuestra prima últimamente había pasado
de ser una llenita resultona a obesa con pretensiones poco
saludables, aunque claro poco que ver con su prima la griega, que ha
llegado a convertirse en una obesa mórbida con graves problemas de
salud.
En
estos últimos días, nuestra querida prima ha conseguido perder un
poquito de peso, pero eso no quiere decir -POR FAVOR, QUE NADIE LO
PIENSE- que su salud ha mejorado. El hecho de que ante su eminente
adelgazamiento algunos mercados hayan reaccionado a la alza no es más
que un indicado genérico al método económico.
La
realidad es muy diferente. Nada más comprobar que las listas de
desempleados continúan sumando adictos y que pese a la subida de
nuestros impuestos la recaudación no aumenta, nos cercioramos, con
cifras en la mano, de que todo sigue mal, muy mal.
Tan
mal que deberíamos empezar a despertar de este estúpido sueño que
es la vida en Idilicolandia. Hemos llegado a un punto que no nos
vale solamente ser conscientes de la gravedad de la situación. No
lo somos, y si lo somos, no estamos obrando en consecuencia. Todos,
sin excepción nos estamos dejando mangonear como ciudadanos por todo
aquel que le viene de gusto hacerlo. No es tarea difícil y ni tan
siquiera tienen que ser personas de gran calado o avaras pretensiones
para conseguirlo.
La
verdad, por triste y vergonzoso que sea, es como blanco de cualquier
objetivo, resultamos de lo más fácil, nos creemos que por poder
repatalear de tanto en tanto hacemos algo, cuando lo único que
hacemos si es que lo hacemos, es lavar nuestra conciencia -o en su
defecto el lugar que debería ocupar esta. Nadie nos toma en serio y
es una pena porque aquí hay mucha gente con valor, individual y como
parte de un grupo, pero por alguna razón no acabamos de arrancar, no
nos decidimos a romper con ese cordón umbilical que cada día oprime
con más fuerza nuestro cuello.
Muchos
de nosotros damos respuestas ingeniosas, aprovechando estos espacios,
para acabar con estos problemas, pero, díganme, ¿cuantos de
nosotros estamos decididos a emprender acciones? Alguno lo ha
intentado pero no ha contado con el refuerzo suficiente. Y es ¿que
podemos esperar de esta ciudadanía, la nuestra, que consiente que
nuestros gobernantes, esos a los que nosotros hemos puesto en el
lugar de privilegio que ocupan y a los cuales mantenemos, la masacren
de manera sobre todo, socioeconómica, reduciendo cada día más su
poder adquisitivo y mermando sus servicios sociales, aquellos que un
día parecieron ser referente, y que gracias a una cadena de malas
gestiones y descontrol presupuestario nos han dejado en ese lugar
impúdico, digno de una república -perdón, ya me gustaría, digamos
país, por ejemplo- bananero de cuarta, de esos a los que no se
acercan ni las oeneges, pues ni moscas quedan, para transmitir nada.
No hay día en que no seamos espectadores de dimes y diretes, de
digos y diegos, de verdades que no lo eran y de mentiras que
resultaron ser ciertas, situaciones que dan lugar a que uno ante tal
insensato pasotismo, no desee más, que se lo trague la tierra.
TIERRA, TRÁGAME! |
No hay comentarios:
Publicar un comentario