Aparentemente
la democracia está instaurada en los valores constitucionales,
aunque la realidad es bien distinta. Su verdadero apoyo emana de los
poderes fácticos del estado´. La clase política en un nuevo y
fallido intento por alargar sus privilegios, se reconduce de manera
desubicada tomando el rol de abogado del diablo, utilizando tretas
imposibles de sostener decisiones capitales y coherentes, y lo que es
peor, sin tan siquiera conseguir enmascarar sus intenciones.
La
gallina de los huevos de oro dejó de poner y nadie se paró a
recordar de que nada en este mundo es eterno. Nadie tuvo la feliz
idea de construir algo sólido durante el periodo de puesta. NADIE.
Es ahora, cuando el descontento de las bases es evidente, cuando
éstas no tienen nada que digerir, cuando los ideales pueden volver a
ser parte de un menú obsoleto y quimérico. Recomponer vasallajes y
recurrir de manera cíclica y a destiempo solo se le ocurre a los
idilicolandicos.
¿Que
estado o nación que se precie, se presenta en un momento como este
-o como cualquier otro- ante unas Naciones Unidas y reclama una
soberanía? Este torpe movimiento no tiene más objetivo que ocultar
los problemas reales que nos acechan. Y digo torpe porque a ningún
representante de un pueblo que ha conquistado, robado y masacrado a
otros, se le puede ocurrir reclamar un acto de piratería, de un
representante de un pueblo no se puede permitir que haga tales
comentarios, como si las Naciones Unidas fueran una convención
pirata o se estuviese tomando unos vinos en la tasca de pepe. ¿Qué
autoridad moral tiene? Por un momento, ¿alguien se ha parado a
pensar que ocurriría si todos nos reclamáramos?
Se
ha perdido el rumbo de forma patológica, al poder se le ha dado un
énfasis que roza la neuropatía. La clase política se ha embarcado
en una de las mayores quimeras de todos los tiempos, una de esas que
persigue al hombre desde sus inicios, la eternidad. Han perdido el
norte de tal forma que ignoran por completo el poder del pueblo que
les dio el lugar que ocupan. Han olvidado por completo que no son
más que mercenarios de quita y pon y buscan a la desesperada la
manera de engrosar sus arcas para así pertenecer a los poderes
verdaderos -insensatos-
Dada
una revolución social, eso no les va a servir de nada las etiquetas
anunciando su podredumbre los acompañaran el resto de su existencia.
Lo más grave de todo es que asegurar el futuro de un sistema que no
se sostiene no solo los lleva al abismo a ellos, sino a todos
nosotros. Obvian la realidad y nos invitan a acompañarles porque es
lo más cómodo. Amparados por esas leyes tramposas que nos
conducen, no hacemos más que hundirnos en una trampa de arenas
movedizas.
¿Alguien
por un momento, se ha parado a pensar hacia donde nos llevan todas
estas corrientes retrógradas que nos acechan?
Para
lo único que hay que mirar hacia atrás es para conocer la historia
y no volver a cometer errores, para conocernos y respetarnos sin
recurrir a politicismos.
No
hay herramienta más mortífera, menos sangrante para la cultura, que
la politización de la misma. No hay nadie más fácil de manipular
que aquel que carece de ella.
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