sábado, 5 de julio de 2014

EL DERECHO A UN ESPACIO SOCIAL

Los benditos recortes, esos que una vez tras otra juro no volver a mencionar, continúan siendo primera plana de todo desmán social que se precie. En esta semana una de las noticias al respecto con más fuerza ha sido la del cierre de habitaciones en el hospital de Bellvitge y otros centros de igual importancia y tipo de financiación. Uno de los desagravios más acusados por los contribuyentes y beneficiarios de estos recursos y de los trabajadores de dichas instituciones, ha sido sin duda el tener conocimiento del desvío de servicios hacia centros no pertenecientes al sistema público de salud. Una solución, ésta, contradictoria con la oratoria gubernamental al respecto, que eso sí, no quiere decir que tenga que coincidir -y a estas alturas lo sabemos todos, o por lo menos una gran mayoría- con las políticas de austeridad ejercidas por los mismos. Es obvio que la concesión de ciertos servicios a terceros existiendo infraestructuras suficientes para abarcarlos, no es más que una desviación de partidas dinerarias de las cuales ningún contribuyente podrá seguir la pista. Razón para su creación no existe, el aumento de las partidas presupuestarias de los hospitales públicos para realizar estos servicios que se derivan a las privadas, siendo el mismo, sería un gasto transparente y hacedor del cumplimiento de las políticas de creación de empleo aunque éste sea temporal y seguramente precario, pero no podemos olvidar que esa precariedad es cada día más latente en nuestra sociedad.. La falta de medios en este ámbito está llevando a estas instituciones y a sus profesionales a que muchas veces se vean en la necesidad de llevar conductas arbitrarias con el riesgo adicional que en este ámbito, más que en cualquier otro, conllevan. Dejando de un lado el sistema sanitario, me gustaría hacer un apunte en el de la educación, ya que aunque pueda no parecerlo para muchos, es casi tanto o más importante que el sanitario, ya que una sociedad formada, puede eximirse, por conocimiento, de muchos riesgos, que pueden sin duda llevar a elevar el gasto sanitario. Una sociedad sana tiene gran parte de su mérito en su educación. Pero parece que nos hemos empeñado en destruirla entre todos, unos con sus políticas y otros con su dejadez y pasividad. Con los actuales sistemas educativos, abonados éstos también por la maltrecha situación económica, hemos dejado en un limbo social a una gran parte de nuestros adolescentes y jóvenes -los futuros adultos del día de mañana, bueno, seamos claros, adultos de aquí a tres días, porque esa moda de alargar la infancia y la juventud a cotas de capricho no creo que dure siempre- Ya sea por el sistema en si o por la débil bolsa que toca, el grueso de la tropa queda completamente desfavorecido respecto al resto. ¿que qué es el grueso de la tropa para mi, que de qué estoy hablando? Hablo de todos esos jóvenes de clase trabajadora, con nota justa en la escuela que saben que por capacidad o por economía no pueden acceder a la educación superior. Cuando digo educación superior no me refiero a los estudios universitarios, sino a una formación profesional vocacional, capaz de dar futuros profesionales de calidad. La falta de plazas en esta educación desvía a muchos jóvenes a ciclos que nos les motivan en lo más mínimo, abocándolos a un fracaso seguro, que cualquiera que tenga un mínimo de visión, sabe que no acaba ahí. De momento es cierto, se mantienen los sistemas de apoyo a los jóvenes problemáticos o en riesgo de exclusión, éstos pueden encarrilar sus vidas mediante los PCPI. Pareciera que la consigna política fuera: “Si quieres formación -a falta de empleo- y no eres favorecido búscate un problema y te echaremos un cable” Puede parecer exagerado, populista o desquiciado, pero la realidad es así, los jóvenes que no resaltan parecen estar abocados a un limbo del cual a día de hoy no se le ve fecha de caducidad.

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